En estas malditas horas de
insomnio, lo único que a mi mente llega es el recuerdo de sus besos, sus
caricias, sus abrazos, cada una de las palabras que me susurraba al oído, por más
que quiero arrancar su imagen de mis pensamientos, no logro evitar tener la
sensación de su presencia en mi cama, por más que quiero enterrar ese pasad, es
imposible despertar sin romper en llanto al ver que una vez más ya no amaneció
a mi lado, que injusta es la vida, precisamente en el mejor momento que
compartíamos, todo se acabó.
Nuestras vidas se encontraban
entrelazadas desde el momento que lo conocí, sus ojos al ver fijamente a los
míos me decían que ese momento era el inicio de una larga y grandiosa vida
juntos, no puedo negar que ese instante me sentí intimidada, apenada,
avergonzada, porque no supe responder el “hola” que de sus labios salió, él lo
notó, y se portó como todo un caballero, recuerdo que al notar que yo no le
respondería por el nerviosismo que me aprisionaba, él solo sonrió, y siguió su camino.
Así pasaron varios días, hasta que, al fin armada en valor, tomé la iniciativa
y ahora fui yo quien lo abordó para saludarlo y preguntar su nombre, fue tanta
mi valentía que, en ese momento de valor, decidí invitarlo a tomar un café. Los
dos estábamos en la facultad de Derecho, y esa fue la excusa perfecta que tenía para invitarlo a salir, no íbamos
en el mismo salón, pero si en el mismo grado, así que esa invitación inicial
ocasionó que absolutamente todos los días por lo menos nos buscábamos para
saludarnos, fuimos grandes amigos durante 2 años, pero casi a mitad de carrera,
ambos tomamos la decisión de ser algo más que amigos, formalizamos una bonita
relación, nos amábamos.
El tiempo pasó, llegaba el final
de nuestras carreras al fin nos convertiríamos en abogados, precisamente el día
de la graduación, en el mensaje de despedida, Ernesto, subió al escenario para
despedir a la generación pero en algo impensable , comenzó a cambiar su
discurso, lo que a mí me generaba algo de confusión porque lo estuvimos
repasando semanas enteras, no sabía que le pasaba, hasta que me di cuenta que
ese discurso se convirtió en una propuesta de matrimonio, quedé en shock en ese
momento, no sabía qué hacer, quería que la tierra me tragara por la pena, pero
a la vez experimentaba algo que nunca había sentido, experimentaba amor,
emoción, a mi mente regresaba aquella ocasión en donde me armé de valor y le
hablé, mi respuesta fue sí.
Vivimos 3 años de un intenso amor
al estar casados, mi vida estaba llena de felicidad, no podía creer que Dios
fuera tan generoso, hasta que un día todo empezó a cambiar. Ernesto cambiaba de
humor muy repentinamente, nunca lo había visto así, ya no me acariciaba en las
noches, ahora dormíamos como verdaderos desconocidos, no podía creer lo que
estaba sucediendo, como de la noche a la mañana todo cambió, como se me
hubieran cambiado al hombre que más he amado en la vida. Las cosas no
mejoraban, al contrario se ponían peor, ahora ni siquiera la palabra me
dirigía, no lograba entender como el amor que tanto me juró de pronto se desvanecía,
hasta que un día al llegar ambos a nuestro hogar, le dije – Ernesto, tenemos
que hablar- a lo que respondió- es lo mismo que te quería pedir- entonces los
dos como personas adultas comenzamos a conversar, hasta que de repente me pidió
el divorcio, no supe que hacer ni mucho menos decir, subí a la habitación,
comencé a sacar sus cosas como una verdadera desquiciada, aventé todo, rompí
nuestra foto de bodas, y se lo entregué todo, le entregué todo porque de su
amor no me había quedado nada, mis dudas surgieron, no quise preguntarle pero
yo sabía que era por alguien más, sabía que me estaba abandonando para irse a
los brazos de otra, y se lo restregué en la cara, y él con un cinismo lo
aceptó, ¡se estaba largando con otra!
Pasaron tres meses para ser
exactos sin saber noticias de él, no me importaba quien era la zorra con la que
se había largado, yo le había entregado toda mi vida, lo apoyé, lo amé, pero,
un día por la mañana recibo la llamada de una mujer, en la que me pide que
acuda a cierta dirección porque quería hablar de Ernesto conmigo, lo primero que
pensé fue “maldita zorra primero me lo roba, ahora quiere echármelo en cara”.
Temerosa por saber lo que me esperaba, tuve que manejar cerca de 45 minutos ya
que la dirección que me habían compartido se encontraba a las afueras de la
ciudad. Al llegar al lugar, debo confesar no quería bajar de mi coche, pero
como en la primera vez que le hablé a Ernesto, me armé de valor y bajé al
encuentro, lo primero que se vino a mi mente fue “que sea lo que Dios quiera”.
Una mujer, aproximadamente de 30 años, acudió al llamado cuando estuve tocando
la puerta, recuerdo que la vi de pies a cabeza, ella me sonrió, me comentó que
estaba ansiosa de conocerme, porque Ernesto le había hablado mucho de mí, ¡Que
ironía! Le hablaba de su exesposa a su amante, no podía creer que mi Ernesto
fuera capaz de todo eso. Ella me vio fijamente, hasta que de su boca
salieron las siguientes palabras – Necesitamos hablar de Ernesto- la vi con
desprecio, no le contesté absolutamente nada, hasta que preferí mencionarle que
era un error estar ahí, me di la vuelta con rumbo a la puerta, pero ahora para
irme, ella insistió hablar, hasta que accedí. Lo primero que dijo fue que yo
era la mujer que Ernesto más había amado-sonreí- que conmigo pasó los mejores
momentos de su vida, que siempre lamentó el no haber podido tener hijos
conmigo, pero que yo soy y seré el amor de su vida; no podía creer lo que
estaba escuchando, la amante de mi exesposo diciendo que él todavía me amaba,
que sinvergüenza. La detuve y le dije “mire señora o señorita o mejor dicho
amante de Ernesto, conmigo no venga con cuentos, él me dejó así que yo me voy,
no quiero saber nada mas de ese desgraciado”. Ella de pronto mostró un
semblante de extrañeza, y me dijo “¿no lo sabes’, Ernesto no te abandonó y
mucho menos soy su amante, él desde su época de estudiante tuvo que lidiar con cáncer
de próstata durante mucho tiempo, hasta que al finalizar su carrera universitaria,
el médico le pronosticó 3 años más de vida, fue cuando decidió casarse contigo,
yo a él lo he tratado desde el inicio de su enfermedad, porque fue mi primer
paciente como enfermera, la verdad pensaba que sabías todo esto, ahora
comprendo porque nunca viniste a verlo” . Mi mente no podía digerir lo que me
había dicho, no quería creer, lo que había escuchado, prefería saber que
Ernesto tenía una amante y no una enfermedad, le pregunté qué en donde se
encontraba él, quería verlo, abrazarlo, quererlo, decirle que soy tan suya como
él mío, que me perdone por pensar que me estaba abandonando, por aquella última
noche donde nos vimos en donde lo traté mal, realmente sentía la necesidad de
verlo, de acariciarlo; de pronto la enfermera se ausenta mientras yo me
encontraba en shock, hasta que la vi regresar. Me dijo aquí está Ernesto, era
un recipiente dorado que traía una carta consigo que al abrirla decía “Siempre
serás el amor de mi vida, te amo, sé feliz y entonces cuando lo seas, organizas
el viaje que tanto deseamos por el pacifico, y allá en el fondo del mar arrojas
éstas cenizas, porque no ocupas tenerlas contigo para que sepas que siempre
estaré en tu corazón, perdóname por mi egoísmo pero lo preferí así, te amo, y
te amaré siempre, sé que algún día el destino nos volverá a reunir y entonces yo te
estaré esperando, mientras tanto me voy con la otra, esa desgraciada por la cual pensabas que te abandoné, la muerte ”.