Después de
muchos momentos oscuros, ahí me encontraba, cabizbajo, sin saber qué rumbo
debería tomar, mi vida se concentraba en dos cosas, trabajar y beber, sin duda
un binomio peligroso, los días pasaban con lentitud, las noches se convertían en el infierno al
que nadie le gusta vivir, una rutina demasiado fría, amarga, solitaria, nunca
imaginé que la vida me daría un giro de 180 grados, el plan del creador era
claro, enfrentar los demonios para comenzar a disfrutar de los momentos más
inesperados.
El andar
cotidiano un día se transformó, parecía que el terremoto de emociones llegaría
a su fin, pero las réplicas eran destructoras, traían consigo tristeza, amargura,
pero al estar completamente destruido hubo un momento en el que como el fénix
resurgía de entre las cenizas, ese momento estaba envuelto de vida.
De pronto ahí
estaba yo, enfrentando los embates de la vida, pero en el clímax de la batalla apareció
“ella”, nunca podré describir con
precisión lo que vi, un par de ojos cafés que al igual que la luna tienen el
poder de iluminar todo lo que esté frente a ellos, ¡pero que decir de su
sonrisa! Tuvo el poder de regresar mi alma al cuerpo, de levantar los escombros
y comenzar a edificar los cimientos de “algo” ¿qué era? No lo sabía, pero tenía
una sensación de felicidad que hacía mucho no sentía. Recuerdo muy bien la
forma en la que me veía desde el primer instante que cruzamos miradas, ni una
sola palabra intercambiamos, pero ese silencio traía consigo un mensaje mucho más
fuerte que cualquier conversación, un mensaje concreto y directo. En ella vi a través
de sus ojos años de lucha, esfuerzo, valentía y sabía que no me equivocaba,
sabía que tenía frente a mí a una persona que, a pesar vivir circunstancias
distintas, nuestras vidas estaban destinadas a cruzarse en algún momento y ese
era el momento.
Con cariño Alrez…