Ambos se encontraban destrozados,
las historias era muy distintas, los momentos que vivieron fueron parte de un
plan mucho mayor, cada tropiezo que él y ella tenían, los ayudó a guiar sus pasos
para que de pronto, un día, sus vidas se cruzaran, no de la forma más adecuada
pero si la necesaria. Un día
se encontraron, se vieron a los ojos, eran un par de desconocidos, en su vida
habían visto a quien tenían enfrente y no se imaginaban que se convertirían en
dos almas inseparables, que las cicatrices que ambos tenían ayudarían a
conocerse a fondo, sabían que iba a doler, sabían que sería difícil volver a
sentir, pero hicieron algo que pocos deciden: Se animaron a vivir.
Él se
enamoró de su sonrisa, ella de su seriedad, la frialdad y el calor se habían
reunido, se fusionaban para encontrar una razón de vivir. Nunca imaginaron que
esa razón de ser, la encontrarían en el momento menos esperado, cuando ninguno
de los dos buscaba iniciar una relación, solamente se dio, solamente se puede
culpar a aquellas sonrisas que al conocerse esbozaron, eso fue lo que desató la
mejor de las historias, la de 2 desconocidos que un día se encontraron y
encontraron la felicidad que merecían, la comprensión que siempre habían
buscado, y sobre todo ambos encontraron a ese alguien a quien le podían contar
absolutamente todo, las estupideces más grandes, lo que más les dolía, lo que más
les gustaba, que suerte la de ellos, que bendición tan maravillosa. Se reconstruyeron poco a poco, veían las cicatrices que tenían y en lugar de juzgarlas las comprendían.
No te puedo
decir que vivieron felices para siempre, porque eso es una mentira, claro que
sufrieron, claro que discutieron, que pelaron, que existieron noches en donde
dormían separados, pero lo que siempre deseaban era ver aquella sonrisa que los
enamoró a ambos, y esa fue la clave de su eterna relación.
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