Aún sigue el recuerdo de tus
labios recorriendo mi piel, aún sigue presente el abrazo que me diste aquella
noche que nos despedimos, recuerdo muy bien tus últimas palabras, ese “te amo”
que tanto me encantaba que me dijeras, nunca podré borrar un solo recuerdo tuyo
de mi mente, pero también quiero que sepas que esa no es mi intención, porque
te quiero conmigo para toda la vida, aunque sea en esencia.
Tantos cumpleaños juntos, ese
pastel de chocolate con fresas que tanto te encantaba y no me dejabas probar
porque lo querías solo para ti, aunque al final del día siempre compartías
conmigo de su dulzura, pero no tan dulce como tus besos, tantas navidades en
donde la noche buena brindamos con refresco o jugo de arándano porque ninguno
de los dos tomamos alcohol, tus risas cada que yo decía una estupidez, nunca
pero nunca podré olvidar los amaneceres junto a ti, el despertar a tu lado la
mujer que más amé, la mujer que me hizo feliz, la mujer que con el solo hecho
de decirme “sonríe” me cambiaba mis días más oscuros y los convertía en
felicidad, nunca pero nunca podré olvidarte.
Pero, lo que más me duele es que
nunca podré olvidar la última noche juntos, esa noche en donde nos demostramos con
besos y caricias lo mucho que nos amamos y sobre todo el gran acierto que tuvo
Dios al ponernos el mismo camino, ese camino que llegó a su final, un final que
no esperaba, un final que deseaba con tantas ganas nunca llegara, pero llegó.
26 de agosto fue la fecha en la
que recuerdo muy bien que sonaron las alarmas de nuestros celulares, esas
alarmas que tanto detestabas pero sabíamos que eran infalibles, recuerdo que
desperté, te vi y sonreí porque eso causabas siempre en mí, intenté
despertarte, pero no lograba hacerlo, hasta que supe que el momento había
llegado, porque estuve horas intentando levantarte, te decía con tanta fuerza
que nos fuéramos a trabajar, pero esto lo hacía sabiendo que tu corazón no latía
más, las lágrimas en mis ojos y la desesperación me hicieron gritar con tanta
fuerza, consciente que no lograría nada, porque el cáncer había logrado su
cometido, Dios te llevó de mi lado…
Hoy escribo esta carta, después
de años de aquella mañana en la que fuiste arrebatada de mis brazos, pero a pesar
de que maldije a Dios, siempre estaré completamente agradecido por demostrarme
que el amor y la felicidad si existen y esas las tuve junto a ti. Hoy mi vida esta en soledad con tu recuerdo muy vivo en mi memoria, mis noches son frías, mis despertares no son los mismos al no ver que hay alguien conmigo, porque solo te quiero a ti, porque a pesar de que la muerte te arrebató de
mi lado, aún sigo esperando volverte encontrar en alguna otra vida…
Alrez.