jueves, 4 de enero de 2018

La cama vacía



Aún sigue el recuerdo de tus labios recorriendo mi piel, aún sigue presente el abrazo que me diste aquella noche que nos despedimos, recuerdo muy bien tus últimas palabras, ese “te amo” que tanto me encantaba que me dijeras, nunca podré borrar un solo recuerdo tuyo de mi mente, pero también quiero que sepas que esa no es mi intención, porque te quiero conmigo para toda la vida, aunque sea en esencia.

Tantos cumpleaños juntos, ese pastel de chocolate con fresas que tanto te encantaba y no me dejabas probar porque lo querías solo para ti, aunque al final del día siempre compartías conmigo de su dulzura, pero no tan dulce como tus besos, tantas navidades en donde la noche buena brindamos con refresco o jugo de arándano porque ninguno de los dos tomamos alcohol, tus risas cada que yo decía una estupidez, nunca pero nunca podré olvidar los amaneceres junto a ti, el despertar a tu lado la mujer que más amé, la mujer que me hizo feliz, la mujer que con el solo hecho de decirme “sonríe” me cambiaba mis días más oscuros y los convertía en felicidad, nunca pero nunca podré olvidarte.

Pero, lo que más me duele es que nunca podré olvidar la última noche juntos, esa noche en donde nos demostramos con besos y caricias lo mucho que nos amamos y sobre todo el gran acierto que tuvo Dios al ponernos el mismo camino, ese camino que llegó a su final, un final que no esperaba, un final que deseaba con tantas ganas nunca llegara, pero llegó.

26 de agosto fue la fecha en la que recuerdo muy bien que sonaron las alarmas de nuestros celulares, esas alarmas que tanto detestabas pero sabíamos que eran infalibles, recuerdo que desperté, te vi y sonreí porque eso causabas siempre en mí, intenté despertarte, pero no lograba hacerlo, hasta que supe que el momento había llegado, porque estuve horas intentando levantarte, te decía con tanta fuerza que nos fuéramos a trabajar, pero esto lo hacía sabiendo que tu corazón no latía más, las lágrimas en mis ojos y la desesperación me hicieron gritar con tanta fuerza, consciente que no lograría nada, porque el cáncer había logrado su cometido, Dios te llevó de mi lado…

Hoy escribo esta carta, después de años de aquella mañana en la que fuiste arrebatada de mis brazos, pero a pesar de que maldije a Dios, siempre estaré completamente agradecido por demostrarme que el amor y la felicidad si existen y esas las tuve junto a ti. Hoy mi vida esta en soledad con tu recuerdo muy vivo en mi memoria, mis noches son frías, mis despertares no son los mismos al no ver que hay alguien conmigo, porque solo te quiero a ti, porque a pesar de que la muerte te arrebató de mi lado,  aún sigo esperando volverte encontrar en alguna otra vida…


Alrez.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario