
La primera vez que la vi, no supe
cómo reaccionar, a pesar de que éramos unos viejos conocidos, eso lo sé, pero nunca nos dirigimos la palabra, hasta ese
día que tomé la iniciativa y comenzamos a platicar, nuestras charlas eran sin
sentido pero a la vez demasiado agradables, el tiempo pasaba volando. Fueron
varias mis invitaciones que fueron rechazadas por “ella” a quien a partir de
este momento así le llamaré, hasta que un día por fin accedió. Recuerdo muy
bien esa tarde de otoño, la esperaba, mi nerviosismo era notorio, las manos me
sudaban, no encontraba como acomodarme mi camisa, las mangas de la camisa las
doblaba y desdoblaba sin parar, llegué 25 minutos antes a la cita, ahí estaba yo, completamente como era, con un
miedo que no me explicaba, a lo mejor era emoción por aquella cita que tendríamos,
así le denominé “cita”, posiblemente fue muy apresurado para mí llamarle así, aunque debo confesar que tenía más
de 7 años de no tener una cita, esto, porque meses antes de hablar con “ella”
había terminado una relación de casi 8 años, posiblemente por todo lo anterior,
mi nerviosismo era excesivo.
Esa tarde no la olvidaré, y no
precisamente porque tuviéramos la conversación más agradable en mucho tiempo,
sino porque me “ella” me dejó plantado, así como lo leen, plantado, aquel
nerviosismo excesivo desapareció dos horas después de la hora acordada cuando
recibí un mensaje de texto que decía “discúlpame pero no me siento lista para
esto”, realmente no supe que pensar, no sabía a lo que se refería, quizá ella
también tenía el mismo pensamiento que yo y sabía que era una cita, sin embargo
eso así quedó, no negaré que me molesté, porque ¿A quién se le ocurre cancelar
dos horas después de la hora acordada?
El tiempo pasó, mi insistencia
fue tanta que por fin logré que me aceptara vernos, el nerviosismo regresó, se
apoderó de mí, hasta que por fin nos encontramos, frente a frente, realmente no
sabía qué hacer, estaba emocionado,
siempre fui un escéptico hasta que ese día comprendí que la magia si
existía, se encontraba reflejada en sus ojos, dibujada en sus labios, ella era
magia; nuestra tarde fue de lo mejor que había vivido en mucho tiempo, no
quería que terminara, pero tenía que hacerlo, al despedirnos cometí una
imprudencia, la besé…
Hoy a más de 1 año de todo esto,
debo confesar que estoy más enamorado que nunca. Nunca había perdido la cabeza
por el amor de alguien como el de “ella”, pero también entendí que como dice el
maestro Sabina “ni yo mato por celos, ni tú mueres por mí”, eso fue lo que pasó
en esa “relación” que teníamos, solo uno luchaba por conquistar al otro, solo
uno peleaba por un amor de cuento de hadas, solo uno enviaba a la mierda lo que
la gente decía y ese siempre fui yo. Sus miedos, Sus recuerdos, sus fracasos
amorosos nunca permitieron que lo que teníamos prosperara, siempre estuvimos a
la sombra de todo, cosa a la que yo accedí, pero también un día me cansé de no
ser prioridad, cuando ella siempre la mía. Hoy me culpo por permitir que este
amor creciera como hasta hoy, cada rostro que veo la visualizo, cada beso que
doy imagino que es para ella, cada caricia, cada palabra, cada sonrisa, siempre
la termino buscando. Hoy estoy más enamorado que nunca, pero también sé que
cuando las cosas no se dan, tenemos que decir adiós, no debemos forzar algo que
nunca será para nosotros, ahora comprendo que todo esto no era necesario y que
quizá la mejor decisión que pude haber tomado aquella tarde en dónde me dejó
plantado, era no insistir, pero sé que todo lo bueno nunca será fácil, por eso
es mejor dejarte partir. Al escribir esta carta con mi copa de vino y de fondo
escuchando trova, se vienen a mi mente los versos de Osceransky porque es algo
que me pasó en el ocaso de lo yo le llamé relación “Me he cansado de decir que
no te vuelvo a ver y estoy harto de jurarme que es la última vez… Nunca pude
acostumbrarme a tu forma de ser, cada vez que lo hago acabo por correr”.
Hoy le digo adiós, sabe que la
amo, pero no tengo el valor para volverla a ver, porque sé, que siempre seré
débil ante ella. Por eso escribo esta carta firmada con un sobre nombre, porque
mi número, mi domicilio lo cambié para nunca más verla, pero estoy seguro que
un día leerá esta carta, se identificará, se dará cuenta que la razón por la
cual desaparecí de su vida nunca fue porque no la amara, todo lo contrario,
desaparecí porque la amo y sé que ella a mi no. Espero y siga con su vida como
hasta hoy, pero ojalá un día sea capaz de enfrentar sus miedos para que se dé
cuenta que el construir un amor de verdad, es de dos.
Alrez.